El 16 de junio de 1955 se llevó a cabo una de las peores masacres de nuestra historia nacional. La Armada Argentina, con apoyo de sectores de la Fuerza Aérea, lideró un ataque que tenía como objetivo principal asesinar al presidente Juan Domingo Perón y concretar así un golpe de Estado. En el ataque estaba planificada la agresión contra civiles en tanto táctica militar y psicológica para sembrar terror en la población. Se lanzaron más de cien bombas con un total de entre 9 y 14 toneladas de explosivos. La mayoría de ellas cayeron sobre la Plaza de Mayo. El trágico saldo fue de 308 muertos y más de 800 heridos.
El bombardeo fue parte de la versión más descarnada del antiperonismo. Mostró a las claras hasta dónde estaba dispuesto a llegar el odio al proyecto popular iniciado aquel célebre 17 de octubre de 1945 y a su vez marcó un punto de inflexión ya que inauguró una nueva etapa de violencia política y hostigamiento a las organizaciones de trabajadores y sectores sociales vulnerables.
El antiperonismo tiene una condición singular y es la siguiente: se configura como una corriente política y cultural cuya razón de ser se basa en eliminar al peronismo y todo lo que este movimiento expresa. El propio prefijo “anti” nos demuestra sus limitaciones para proponer un horizonte inclusivo. Pero no se trata solo de la contracara, la antítesis o una postura contraria al peronismo, que asume el antagonismo como forma de marcar una distancia política. Se trata más bien de una lógica compleja, de carácter binaria y autoritaria cuyo plan es una Argentina sin peronistas y no teme recurrir a la violencia para ejecutarlo. Es un plan racional y a su vez un deseo irracional, una emoción negativa que suele apelar a la estigmatización y el odio hacia aquellos grupos considerados peligrosos. Es una corriente que construye una otredad negativa basada en prejuicios infundados que luego legitiman diversas formas de violencias, simbólica y material, “negros”, “peronchos”, “grasas”, “vagos”, “animales” son parte de su repertorio.
En ese sentido, no es casualidad que el antiperonismo siempre haya buscado atraer a la clase media apelando a sus aspiraciones aunque a esta clase le haya ido muchas veces mejor en términos de patrimonio y poder adquisitivo bajo gobiernos peronistas. De hecho, antes de 1945 el concepto de “clase media” no se utilizaba con frecuencia, salvo en algunos ámbitos académicos. Cuando irrumpe el peronismo el antiperonismo lo acuña y lo utiliza como una forma de distancia social y resistencia a lo popular.
Luego de aquel fatídico 16 de junio, consumado el golpe de Estado y con Perón en el exilio, el antiperonismo avanza en su cruzada cultural para “desperonizar” a la sociedad. La ley 4161, del 5 de marzo de 1956 planteaba la prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista.
“Visto el decreto 3855/55 (6) por el cual se disuelve el Partido Peronista en sus dos ramas en virtud de su desempeño y su vocación liberticida, y Considerando: Que en su existencia política el Partido Peronista, actuando como instrumento del régimen depuesto, se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creo imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas: Que dichos objetos, que tuvieron por fin la difusión de una doctrina y una posición política que ofende el sentimiento democrático del pueblo Argentino, constituyen para éste una afrenta que es imprescindible borrar, porque recuerdan una época de escarnio y de dolor para la población del país y su utilización es motivo de perturbación de la paz interna de la Nación y una rémora para al consolidación de la armonía entre los Argentinos.”
Cuando leemos este decreto podemos observar con claridad una búsqueda por “borrar” la “existencia” del peronismo. No alcanza solo con proscribir a Perón y no permitirle participar en las elecciones sino que se trata de negar todo aquello que expresaba su liderazgo: las demandas insatisfechas que sintetizaba y su capacidad para movilizar a amplio sectores de la población. Una corriente cuya esencia consiste en negar la existencia al otro, en quitarle cualquier tipo de reconocimiento, una corriente que solo puede realizarse en la medida que ese otro desaparezca , es una corriente profundamente antidemocrática.
Si los bombardeos fueron la faceta militar del antiperonismo la proscripción y el autoritarismo pretendieron ser su faceta cultural- política. En su libro “Peronismo y revolución” William Cooke sostiene que el peronismo es un movimiento antiimperialista ,”capaz de discutir el sistema capitalista en un país semi colonial”, es el “hecho maldito” de la política argentina por que su empuje es el de las clases que tienden a la destrucción del status -quo. En su mirada el peronismo representa a pesar de sus burócratas un peligro para las clases dominantes ya que no lo pueden domesticar.
A lo largo de nuestra historia el antiperonismo ha demostrado que su única forma de lidiar con este “hecho maldito” ha sido negando su existencia. Por eso, es clave entender esta diferencia. ya que es lo que define si una corriente es democrática o no lo es. Una cosa es tener diferencias con el otro, pero otra muy distinta es concebir que la argentina sólo puede ser un país normal a partir de eliminar a esos “otros”. En cierta forma el antiperonismo se inscribe en un legado de colonialidad, basado en la falsa dicotomía entre civilización o barbarie, construido a partir de la concepción de las elites criollas que colocaban al ser nacional como un ser sin conciencia histórica, exento de comunidad, un ser sin pueblo, incapaz de decidir su propio destino.
Por último vale destacar que el antiperonismo sigue vigente en nuestra sociedad, pueden haber variado sus formas y modos, pero hay una continuidad en estas lógicas binarias. La decisión por parte del poder económico real de proscribir a Cristina Kirchner es fruto de este recorrido antipopular. Pero al igual que ayer, como un eterno retorno, la resistencia será la forma de defensa de todos aquellos que siguen sintiéndose representados por el peronismo y por la democracia.