Nos encontramos frente a un gobierno que no solo niega la existencia del cambio climático, sino que además está retirándose de los espacios de discusión y cooperación internacional sobre el tema. En octubre fue la Conferencia de la Partes sobre Biodiversidad (COP 16) en Colombia y los días previos Javier Milei anunció una razzia contra los diplomáticos que sean sospechosos de apoyar la “Agenda 2030”. Este mes fue la cumbre ambiental COP 29 y ordenó el retiro de la delegación argentina que ya había llegado a Azerbaiyán. Esta postura anti ambientalista no queda en una mera sobreactuación en redes sociales: en la realidad concreta implica que Argentina se aleja de las instancias de negociación necesarias para discutir la política internacional y obtener financiamiento para políticas públicas de mitigación y adaptación ante la crisis ambiental.
Muchas veces los discursos ambientalistas pecan de cínicos, catastróficos, desesperanzadores. ¿Qué pasa cuando eso convive con un gobierno que es cínico, catastrófico, desesperanzador y que encima denosta la cuestión ambiental? La respuesta en muchos lugares del mundo sería desastrosa, pero en Argentina y en Latinoamérica sabemos muy bien de qué se trata pelearla. Existen márgenes posibles para disputar el camino que impone la agenda de Milei. ¿Cómo? En clave regional, trabajando en la consolidación de una red de cooperación de ambientalismo popular, junto a militantes y referentes en toda Latinoamérica.
Javier Milei G20
Agencia Brasil/Tomaz Silva
Históricamente, nuestra región ha sido blanco para el extractivismo mundial: tenemos casi un tercio del agua dulce del mundo; entre Argentina, Chile y Bolivia tenemos el 55% del litio; Argentina tiene una de las tres reservas más grandes de gas y petróleo no convencional del mundo; entre Chile, Perú y México están las reservas globales más importantes de cobre; solo por dar algunos ejemplos. Sin embargo, somos los que más sufrimos las consecuencias de la degradación del ambiente.
Los países del Norte Global se desarrollaron a costa del Sur, levantando sus economías y su bienestar con nuestra materia prima. Lograron industrializarse, mejorar la calidad de vida de sus habitantes y posicionarse como potencias, ocasionándonos un daño enorme: somos quienes más sufrimos las consecuencias de eventos climáticos extremos como inundaciones, tornados, incendios y sequías, que arrasan con los hogares y bienes materiales o arruinan nuestros cultivos, llevando a pérdidas millonarias que ralentizan nuestras economías. Ya lo dijo Néstor Kirchner en 2004 en la COP10 que se hizo en Argentina: somos acreedores ambientales de nuestros acreedores financieros.
Este año se realizó la Conferencia de las Partes de Biodiversidad (COP16) en Colombia y el año que viene se realizará la Conferencia de las Partes de Cambio Climático (COP30) en Brasil. América Latina se convierte en eje de las discusiones globales en torno de los problemas socioambientales más importantes de la historia. Este contexto es inmejorable para poder finalmente liderar las discusiones ambientales globales y plantar una postura clara y coordinada por parte de América Latina. La soberanía ambiental es una oportunidad para ponernos a construir organización y empezar a pensar qué futuro queremos.
¿Qué acciones concretas podemos empezar a trazar? Como primera medida, articular un frente ambiental latinoamericano con aquellos países y organizaciones que, lejos de ignorar la crisis climática, la enfrentan con una agenda firme y comprometida. Al articular estas alianzas en la región, podemos demostrar que la posición del actual gobierno de Argentina frente a la agenda ambiental es una postura marginal, hacer fuerza para no deshabitar los espacios multilaterales clave y coordinar estrategias de adaptación, financiamiento y desarrollo.
Desde este bloque, empezar a armar una agenda de trabajo conjunta de cara a la COP30 que se celebrará el año próximo en Brasil. Como medida principal, reclamar la debida movilización de financiamiento que se corresponde con esta crisis ambiental. La nueva meta de financiamiento climático adoptada en la COP 29 es de 300 mil millones de USD por año para 2035, muy lejos de los 1,3 billones de usd que pedían los países en vías de desarrollo (incluida Latinoamérica). Además, seguir insistiendo con el canje de deuda por acción ambiental.
La batalla de Milei no cuenta con un factor fundamental: la potencia del ambientalismo popular latinoamericano. En nuestra región vienen tomando fuerza espacios populares como Morena en México, el PT en Brasil, el Pacto Histórico de Colombia o el Partido Libre de Honduras, y ahora el principal partido de oposición argentina, el Partido Justicialista, presidido por Cristina Fernández de Kirchner, que impulsará -sin dudas- una agenda ambiental y soberana. Hay comunidades y sectores sociales en toda la región que trabajan estos temas hace años. En Argentina, el ambientalismo supo construir en los últimos años discusiones y conquistas fundamentales. Logramos leyes clave como la Ley de Bosques, la ratificación del Acuerdo de Escazú, la ley de etiquetado frontal, la Ley de Educación Ambiental Integral o la modificatoria de la Ley de Fuegos de Máximo Kirchner (que ahora desde el oficialismo intentan derogar).
Tenemos militancia, ONGs, sectores académicos, activistas, funcionarios de ambiente en todo el país con ganas de trabajar.
¿Puede ser entonces el ambientalismo popular un punto de partida para construir un nuevo proyecto latinoamericano?
* Ministra de Ambiente de la Provincia de Buenos Aires