“Vamos a rezar con todo para que esto de alguna forma se resuelva y se sensibilice el gobierno, no todo es planilla de presupuesto”. Así lo expresó días atrás, a este periodista, Marcela González, una laica conversa (profesaba otra religión, no católica) que es el motor de los “Grupo de Oración Padre Pío” que desde hace 14 años sostienen, en el primer viernes de cada mes, el rezo del Rosario, en la reciente remodelada, capilla del Hospital de Pediatría Garrahan.
Vale aclarar que el Padre Pío fue un gran confesor y sanador que falleció en la década del ‘60, que luego fue canonizado, de allí que se lo llame San Pío de Pietrelcina, famoso en el mundo porque vivió durante 50 años con los mismos estigmas que Jesús. La devoción por Padre Pío particularmente en nuestra patria es muy potente. Sus milagros, sus curaciones de enfermedades, sus bilocaciones, y haber sido el gran confesor, lo han convertido en un santazo del santo pueblo fiel de Dios.
Marcela, una profesional jubilada que vive en un barrio porteño al norte de la Ciudad, cada mes tiene una cita fija: ir a rezar a la capilla del Garrahan, en el barrio porteño de San Cristóbal, al sur.
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Marcela González junto al papa Francisco.
Estos días fueron muy particulares. Por lo álgido del conflicto sindical y la gran exposición mediática, por eso C5N la consultó y ella respondió: “Voy por una misión espiritual, que es rezar el santo Rosario en la capilla del Hospital”.
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El “Grupo de Oración Padre Pío” reza el Rosario cada viernes.
El Rosario no es un talismán para Marcela. No es un collar al cuello o algo que cuelga en el espejo retrovisor de su auto. El Rosario es para rezarlo con devoción a la Virgen María u otro muy potente a San José, el padre putativo de Jesús, el carpintero.
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El Padre Pío fue un gran confesor y sanador que falleció en la década del ‘60.
El viernes pasado, 5 de junio, Marcela realizó la adoración del Santísimo Sacramento, la eucaristía, también llamada la hostia, a las 11 horas. Además, rezaron el Rosario con fragmentos del Padre Pío sobre el sagrado corazón.
La angustia a flor de piel
“Se acercaron médicas. Angustiadas. Por un lado, desesperadas por las salas cerradas, la guardia que no funcionaba. Por otro lado, preocupadas por el aprovechamiento político, o gente que no trabaja”, reveló González y cuenta que pasa en todos los ámbitos laboral pero en particular acá, por el Garrahan, que pagan las deficiencias los pibes.
“La situación está muy difícil pero además explotaban de ira los profesionales porque en este contexto se aprobaron los senadores la suba de su salario”, agregó la coordinadora de los Grupos de Oración Padre Pío.
El sacerdote que lleva adelante la capilla hace tres años se llama Alejandro Vignale. Antes fue párroco en el santuario de San Cayetano (patrono del pan y el trabajo), del barrio de Liniers. Él pastorea entre los niños enfermos, sus familiares, los trabajadores de la salud y los directivos del Hospital que deben gestionar en nombre del gobierno nacional, sobre todo es el mayor responsable, junto al Gobierno porteño.
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Las misas son los martes a las 12, los sábados a las 16.30 y domingos a las 10.
Vignale es un cura muy particular. No sólo porque hace tres años que no cobra ingresos, siendo capellán del Hospital, quienes lo conocen ven que está lleno de la espiritualidad del santuario, los teólogos del pueblo, como Lucio Gera o Rafael Tello, le dedicaban una especial atención con la definición “Pastoral de Santuario”.
Estos sacerdotes de santuario por lo general desarrollan una impronta muy cercana en sus palabras, todoterreno en la acción, cero estrictos en las formalidades, mucha apertura y afectuosos con el prójimo, al punto de abrazar a los padres de los niños pacientes, siempre invitar a los rezos, mucha cultura de la escucha y sobre todo lo afectuoso. Cuando en general el capellán del hospital se vuelve duro por la cotidianidad del contacto con la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Encima de niños.
Los médicos y enfermeros trabajan con los chicos que reciben quimioterapias y tratamientos oncológicos. Algunos de ellos, sobre todo las mujeres, se forman en la lectura científica y también en la espiritual. De hecho, alguna entrega libros del Padre Pío editado para niños, pero siempre a familias que demuestran espiritualidad. Sin imponer a nadie.
“Vino una médica que nos recordó que rezamos por ella cuando se estaba muriendo”. Marcela salió del hospital con la sensación positiva que ir a rezar a la capilla es muy importante, que el corazón del Padre Pío toca al enfermo y ablanda los corazones de los funcionarios.
Los niños siempre que entran a la capilla miran las estatuas de las distintas advocaciones de la Virgen. Las tocan y las contemplan. También entran los padres. Muchos de ellos enojados con Dios por el sufrimiento de la enfermedad en sus hijos y en ellos.
La capilla se llama Niño Jesús. Los martes a las 12 horas son las misas, sábados a las 16.30 horas, y domingos a las 10.
Debajo del altar hay una mesita con el niño Jesús acostado en el pesebre. Está dentro de una caja de vidrio. A su lado, a mano izquierda, la imagen de San José, y a la derecha la madre, la Virgen María. Allí descansan decenas de notas: súplicas, agradecimientos. Allí convive el misterio de Dios y el dolor de la enfermedad.