Comer saludable es fundamental en cualquier etapa de la vida, sin embargo, con el paso del tiempo cuando las personas son más mayores precisan de más cuidados y alimentos que mejoren y refuercen su vitalidad.
Es un tipo de alimentación que hay que implementar dentro de la dieta diaria para obtener diferentes beneficios saludables.
Comer saludable es fundamental en cualquier etapa de la vida, sin embargo, con el paso del tiempo cuando las personas son más mayores precisan de más cuidados y alimentos que mejoren y refuercen su vitalidad.
Según lo que afirman los profesionales en nutrición, mantener una alimentación adecuada después de los 65 años es esencial para fomentar el buen funcionamiento del organismo y se necesita de una ingesta necesaria de vitaminas y nutrientes en general, por eso es importante saber que alimentos se deben consumir en lugar de otros.
En este contexto, la inclusión de un tipo de alimento específico adquiere importancia, especialmente al momento de resguardar la salud ósea y fortalecer el sistema inmunológico y son aquellos ricos en vitamina D.
La vitamina D es un nutriente liposoluble que cumple dos funciones esenciales en el organismo: garantizar que el calcio llegue a los huesos y fortalecer el sistema inmunológico. Además ayuda a proteger la piel del daño causado por los rayos UV del sol. También puede ayudar a acelerar la cicatrización de la piel, a que los nervios transmitan mensajes entre el cerebro y el cuerpo, y ayudar al sistema inmunitario a combatir bacterias y virus.
Por otra parte, la carencia de esta vitamina puede provocar dolor muscular, debilidad y dolor en los huesos. También se ha asociado a un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión y síndrome metabólico.
Para obtener esta vitamina se aconseja aumentar la exposición a la luz solar, siempre utilizando protección y tomando todos los recaudos necesarios e incorporar a la dieta alimentos que contengan vitamina D.
Entre los alimentos ricos en esta vitamina se encuentran: pescados grasos, atún enlatado, yemas de huevo, leche, hígado de res, queso y cereales fortificados. El aceite de hígado de bacalao, bebidas de soya, jugo de naranja, yogur, margarina y los champiñones también son alternativas a considerar.