Hay un dicho del ámbito judicial que se popularizó tanto que hoy por hoy cualquier persona lo entiende sea cual sea su profesión: “a confesión de parte, relevo de pruebas”. Significa que en un juicio el que confiesa el hecho exime a la contraparte de tener que probarlo. Eso es exactamente lo que está haciendo el Gobierno hoy en día.
El techo paritario de 1% que quiere instalar el ministro de Economía de la Nación, Luis “Toto” Caputo, no es más que aclarar lo que venimos diciendo. Este Gobierno sólo defiende a sus amigos empresarios y atenta contra la masa trabajadora. Sin embargo, además de ser una confesión, es una contradicción de quienes se hacen llamar libertarios.
El presidente de todos los argentinos, Javier Milei, cierra todos sus discursos públicos con su latiguillo “Viva la libertad, carajo” y también hace lo propio en sus incontables tuits pero con la sigla VLLC. Se ve que se olvidó la parte de la libertad paritaria. Entonces, ¿hay libertad para unos y no para otros?.
La respuesta es sí, pero es un poco más profundo. La confesión empezó hace unas semanas con el jefe de gabinete de ministros, Guillermo Francos, que dijo que los salarios tenían que funcionar como “ancla inflacionaria”. Y esta semana “Toto” Caputo viene con su plan del techo paritario, además de el plan “dólar colchón” para que los que evadieron impuestos durante años puedan usar discrecionalmente su fortuna. De esta manera, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que hay libertad para algunos, pero no hay libertad para otros.
La imposición de techos salariales desnaturaliza el sentido de las paritarias, que deberían ser un espacio libre de negociación entre las partes, pensado para recuperar el poder adquisitivo perdido frente a la inflación. El aumento de precios desmedidos es un flagelo para los sectores más bajos, pero pretender “controlar” esa dinámica a costa del salario es aún más cruento.
Al gobierno libertario le gusta mucho intervenir. Tanto es así que no le alcanza con hacerlo en una negociación entre partes como pueden ser las paritarias, sino que, además, interviene en el derecho legítimo a la huelga, como sucedió con el reciente decreto firmado por Javier Milei y que, obviamente, los trabajadores repudian.
Estamos atravesando momentos muy difíciles donde un falso profeta de la libertad, no hace más que cercenarla. O al menos en parte, porque para el mercado, el capital, empresarios y opulentos gozan de su más insaciable albedrío. Mientras que, por ejemplo, los universitarios estamos sufriendo penurias con salarios que en la mayoría de los casos están por debajo de la línea de pobreza.
Finalizando estas líneas quiero recordar una frase del propio presidente quien pregona que el Estado debe dejar de existir: “soy un topo que viene a destruirlo desde adentro”. Caso curioso también de contradicción, porque ejerciendo las facultades del Estado es que puede resolver de manera unilateral los ajustes salariales de los trabajadores.
Argentina atraviesa un mandato presidencial con rasgos autoritarios para las clases bajas, pero de mucha libertad para las clases altas.
*Jorge Anro, secretario adjunto de la Federación Argentina de los Trabajadores de las Universidades Nacionales (Fatun).