La pregunta parece simple, pero tiene más profundidad de la que imaginamos: ¿es realmente mejor ducharse con agua fría o con agua caliente?.
Aunque parezca una cuestión de gusto, la temperatura de la ducha puede impactar en tu piel, tu salud y hasta en tu energía diaria.
La pregunta parece simple, pero tiene más profundidad de la que imaginamos: ¿es realmente mejor ducharse con agua fría o con agua caliente?.
Según expertos en salud e higiene, la temperatura del agua que usamos para bañarnos puede influir en nuestra circulación, estado de ánimo, piel, sistema inmunológico e incluso en la calidad del sueño. Por eso, cada vez más personas se preguntan qué recomienda la ciencia y qué tan cierto es que una ducha helada por la mañana es “revitalizante” o que el agua caliente es “relajante” pero perjudicial si se usa en exceso.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no establece una temperatura exacta como ideal, pero sí ofrece pautas generales sobre higiene y cuidado de la piel que permiten entender cuál es el mejor enfoque según cada caso. En primer lugar, sugiere que las duchas deben ser breves (5 a 10 minutos como máximo), para evitar la resequedad de la piel y el desperdicio de agua. También indica que el uso excesivo de agua muy caliente puede dañar la barrera natural de la piel, causar irritación y empeorar condiciones como la dermatitis.
Conclusión: ¿Cuál es mejor?
No hay una única respuesta. Lo ideal es adaptar la temperatura del agua al momento del día, al clima y a tus necesidades personales. ¿Querés arrancar el día con energía?, probá una ducha corta y fría. ¿Estás buscando relajar el cuerpo y dormir mejor?, nada como el efecto calmante de una ducha caliente. Lo más importante es no abusar ni del agua demasiado caliente (que reseca y daña la piel), ni del frío extremo si tu cuerpo no está preparado. Y como dice la OMS, lo mejor siempre es una ducha corta, consciente y respetuosa con el cuerpo y el planeta.