El actual proceso electoral del Estado Plurinacional de Bolivia está adquiriendo tintes dramáticos. A la reciente suspensión de las elecciones primarias como resultado de la promulgación de la Ley de Régimen Excepcional y Transitorio de Elecciones Primarias, en parte motivada por la superposición del calendario electoral ordinario y las elecciones del poder judicial que tendrán lugar a fin del corriente año, se superpone la creciente agitación que una facción disidente del partido Movimiento al Socialismo (MAS), encabezada por el expresidente Luis Evo Morales Ayma, que está llevando a cabo a fin de lograr la reversión de un fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional, que interpreta la Constitución Política del Estado en términos de la prohibición absoluta para el ejercicio de más de dos mandatos presidenciales, lo que inhabilita en forma perpetua al expresidente Evo Morales para seguir presentándose en elecciones generales como candidato a presidente.
Pero todo este proceso presentado en el párrafo anterior, se da en un contexto de crisis estructural de la matriz económica boliviana. No se trata del fracaso de una medida o de un ministro, o una determinada gestión departamental, sino de una crisis que afecta en forma estructural y completa la economía boliviana, que tiene su origen en lo que algunos analistas económicos llaman la crisis terminal de la producción y exportación de gas natural comprimido, lo que provocó que los ingresos estatales se desplomaran de un total de 5.489 millones de dólares, 2.014 a menos de 1.700 millones de dólares en el presente.
La economía energética boliviana sufre una transformación durante la primera gestión del presidente Luis Evo Morales Ayma con la nacionalización de la producción de hidrocarburos, en el año 2.006, lo que permitió una gran expansión en los ingresos estatales, ya que en ese proceso se dispuso de que más del 50% de los ingresos brutos de la industria de hidrocarburos se emplearan para financiar a los presupuestos estatales. Esto permitió una década de estabilidad financiera y macroeconómica en Bolivia, así de algunas políticas públicas en salud, educación y promoción social.
Pero esto tuvo dos consecuencias que el presidente Luis Evo Morales Ayma no abordó simultáneamente:
- por un lado, desincentivó la inversión extranjera en la exploración de nuevos yacimientos de hidrocarburos y en la industrialización local de ellos, tiempo que dejó a la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia con pocos recursos para la inversión continua en el mantenimiento de las reservas y en el mantenimiento de la capacidad Industrial extractiva.
- por otro lado, desincentivó la formalización de las relaciones laborales y comerciales, lo que hubiera permitido cobrar impuestos y contribuciones a la seguridad social y al sistema de seguro de salud solidarios, lo que ha llevado a que en el presente el Estado Plurinacional de Bolivia sea uno de las naciones con mayor tasa de informalidad económica alcanzando a casi el 80% del total de la vida económica boliviana.
Estas dos tendencias hicieron eclosión en el año 2.023 y 2.024, con la caída de las exportaciones de gas e inclusive con la baja de los precios de los hidrocarburos en el mercado mundial, todo lo que redujo la capacidad boliviana de obtener dólares que permitieran estabilizar el mercado cambiario, y financiar importaciones esenciales para la vida económica y social del país. Y estas dos tendencias se deben a decisiones políticas del expresidente Evo Morales, es decir que él no está exento, sino que es responsable directo de la crisis. Dada la estructura de esa crisis y su profundidad, sostener que basta con su habilitación electoral, o que radicalizando la lucha callejera y la desobediencia civil se pudiera lograr una renuncia anticipada del actual presidente Luis Arce Catacora, y con ello que el Congreso Nacional tomara alguna medida de excepción, es una apuesta a la catástrofe.
La experiencia comparada de los procesos de crisis y sus dinámicas es que estos no sigue un patrón lineal y predecible, sino que se son procesos que se espiralizan y pueden abrir crisis subsiguientes asociadas a la originaria que tendrían un rumbo impredecible; en el caso boliviano serían una inflación creciente, con su impacto en los sectores más desprotegidos, o una radicalización de procesos segregacionistas, como en particular el que está latente y muy dinámico en el Departamento de Santa Cruz, o promover una emigración que en particular motivar a los sectores profesionales y laborales más capacitados, lo que dejaría la economía boliviana en una situación aún más crítica a la que está.
Lo que da previsibilidad a la crisis es el mantenimiento estricto y a rajatabla del proceso electoral en las condiciones legales vigentes en el presente, o una modificación que tenga el máximo consenso popular, como es la que propone el actual presidente Luis Arce Catacora por medio de su propuesta de referendo. A ello se debe sumar un plan de gobierno de mediano alcance que logre una transformación de la matriz económica boliviana la que no puede lograrse en el ejercicio de un presupuesto anual, ya que cambios a afrontar son extensos como ser el aprovechamiento de las oportunidades comerciales que surjan de la reciente incorporación del Estado Plurinacional de Bolivia como miembro pleno del MERCOSUR, o la solicitud de incorporarse a los BRICS.
Transformar una ambición personal legítima pero subjetiva en una cuestión de estado, y utilizar la crisis estructural de la que es en parte responsable como si fuera un fenómeno ajeno, del cual el expresidente Morales sería un mero espectador, es un ejercicio de miopía política, es la incapacidad de poder entender la dinámica de los procesos de rebeldía y desobediencia civil, que pueden terminar en lugares muy distintos a los que se pretende arribar, con efectos catastróficos para los sectores más desprotegidos, sobre los cuales cae el peso de los incrementos de precios, la merma de los servicios de salud y educativos por la carencia financiera del Estado, el deterioro del transporte público por la carencia de combustibles líquidos, y otras consecuencias graves con las cuales la disidencia del Movimiento al Socialismo parece no interesarse. Quieren aparentar ser espectadores neutrales de la catástrofe que ellos mismos están motivando.
Por Marcelo Lopreiatto