La Black Tower Gallery es un rectángulo blanco ubicado en Art District de Miami, cerca del centro administrativo y financiero de la ciudad.
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La Black Tower Gallery es un rectángulo blanco ubicado en Art District de Miami, cerca del centro administrativo y financiero de la ciudad.
Al ingresar se huele un perfume liviano, que acompaña muy bien la armonía leve que se oye.
A pesar de que el lugar abre al público a las once, Lucía Cruz me recibe amorosamente apenas pasadas las nueve.
No bien me paro delante de una imagen del tamaño de un televisor de cuarenta y cinco pulgadas, en la que aparecen muchas figuras semihumanas con algo así como colas o pescuezos, embebidas en un líquido espeso y rojo, como si estuvieran dentro de una cacerola de salsa fileto, aparece Gaby Herbstein junto a su marido.
“Habíamos llegado un ratito antes -señala ella, toda sonrisa- y nos fuimos a caminar. Qué tal, un gusto”.
La mujer con la que inmediatamente fluye una conversación exquisita no tiene aires de fotógrafa consagrada. Me cuenta detalles de las tres series que se exhiben en la galería (de izquierda a derecha, Aves del Paraíso, Estados de Conciencia, y La Diablada) haciendo hincapié en que en orden inverso, el recorrido coincide con la sucesión cronológica en que elaboró cada una de esas producciones.
Entonces, al escucharla, sus ojos parecen imantados. Es imposible dejar de seguirlos moviéndose de cuadro en cuadro, apuntando al techo, errando en el espacio completamente ocupado por sus obras.
Después de todo ¿qué hay más importante, en la existencia de alguien que congela momentos capturando imágenes, que sus ojos?
“A mí me cuesta mucho mirar para atrás -advierte, en referencia a su extensa, prolífica y exitosa trayectoria- entonces venir acá, pararme así delante de las fotos y mirarlas, me resulta un shock”.
¿Es que acaso no se ha dado cuenta, esta chica de apellido judío, que fue atea hasta que hace unos diez años comenzó a bucear en la espiritualidad, de que su nombre es una marca, y su marca es sinónimo de arte excelso?
“Bueno, no sé qué es ser un artista consagrado (…) cuando llegás a la cima, lo que sigue es ir para abajo, así que prefiero divertirme, no aburrirme, ir viendo lo que me gusta hacer. De hecho, mi estilo es no tener estilo -se ríe- porque cuando veo que algo funcionó comercialmente, digo okey, y agarro para otro lado”.
Gaby admite que en las reuniones familiares no puede zafar de sacar las fotos. Se dobla de risa al comparar su karma con el de los ingenieros, a quienes la gente les pide, en insólitas ocasiones, que se fijen por qué no funciona una tubería en el comedor. Incluso es famoso el fastidio de los médicos cuyas familias exprimen en cada cumpleaños al mejor estilo “ya que viniste, me duele acá, qué puedo tomar”.
Pero mientras contemplamos una de las imágenes más impactantes de la muestra -en Jujuy, montañas de un naranja rojizo y unos siete hombres parados en hilera diagonal disfrazados de diablos- la fotógrafa que inmortalizó a Cerati, entre otros iconos, admite que odia las selfies.
“No puedo creer la autorreferencialidad… o sea, primero que te perdés un montón de cosas por estar como zombi mirando la cámara frontal del celular, pero además viste que hay gente que tiene adelante a la Torre Eiffel y se sacan una selfie ¡y lo que era importante queda allá atrás! A mí no me gusta sacarme fotos, y menos yo a mí misma. Muchas veces salgo de viaje y saco con el celular, pero no a mí… si querés saber quién soy, ¡eso soy!”, enfatiza y señala uno de los cuadros de Aves del Paraíso, obra con la que homenajea a los pájaros, e ilustra la relación entre esos animales y los seres humanos.
Un rato más tarde, Lucía Cruz, curadora de la muestra, explicará que decidieron juntar tres distintas series de Gaby “para darle mayor impulso a ella, como artista argentina, latinoamericana, dando en Miami sus primeros pasos (…) especialmente considerando que si bien son conceptos de distintas épocas, en los tres casos Gaby buscaba plasmar la relación entre el Hombre, la Naturaleza y su propio mundo interior”.
Nubia Abaij, responsable de The Bright Foundation y organizadora del Festival de Arte y Cultura Latinoamericano que apoya la muestra, agrega que “la Fundación se apalanca, a su vez, en cada Consulado, para darle respaldo a artistas latinos que muestran su talento. En el caso de Gaby, luego del Art Basel -la feria de arte de gran renombre que se montó, en Miami, en junio del año pasado- vimos que era importante que su obra se conociera, y unimos fuerzas para que hoy la obra de esta artista argentina esté exhibida aquí”.
La agenda de promoción cultural del Consulado argentino plantea próximas jornadas en las que habrá más de nuestro país.
Lucía y Nubia se entusiasman con la llegada del mes de la mujer, durante el cual diversas artistas van a mostrar sus obras.
Son casi las doce cuando yo piso de nuevo la calle, que sigue casi desierta, en este barrio del condado de Miami en el que la vida comienza más tarde.
El sol de lo que parece un otoño ventoso (aunque aquí le llamen invierno) me devuelve a Tigre, donde vive Gaby. No tanto a Paternal, aunque allí tenga su estudio, y conserve intactas todas sus cámaras de fotos, con sus lentes.
“El mensaje está siempre por encima de la estética”, me dijo en un momento, como si definiera un encuadre, como si el clic de su cámara no fuera lo más importante, como si toda su perspectiva se jugara en el instante en que ha visto lo que todavía no vio nadie.
Después gatilla, y lo vemos todos, y ella vuelve a Tigre, desde donde mira de nuevo el mundo, como si fuera la primera vez.